¿Qué ves cuando ves un tomate? ¿Qué mira una persona que produce tomate para comerlo, venderlo para multiplicar la semilla? ¿Cuáles son los rasgos que toma en cuenta para caracterizar una variedad? ¿Cómo los percibe? ¿Cómo los releva? ¿Cómo estandarizar esta información para que resulte útil?
Estas preguntas, entre otras, fueron el eje del taller de mejoramiento colaborativo de tomate que Bioleft organizó el lunes 20 de enero en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires. Un eclético grupo de doce personas, formado por productorxs de tomate, huerterxs, mejoradorxs e ingenierxs agrónomxs, e integrantes del equipo del programa Al rescate del tomate criollo, participó con entusiasmo en la búsqueda de criterios en común. El objetivo del taller era co-diseñar las variables de observación de tomate que se incluirán en la nueva versión de la plataforma Bioleft, orientada al mejoramiento colaborativo. “Los problemas que vamos detectando nos sirven para mejorar la plataforma sobre bases más complejas”, explicó Eduado Mussacchio al contar el orgien de la propuesta. “Por eso, nos pusimos a pensar qué podría relevar realmente un productor; qué datos podría tomar, y cómo podríamos hacer de esto algo constructivo. Para eso hay que saber qué características le parecen importantes a los productores, cuáles son los criterios de producción”.
Co-diseñar las variables
El taller comenzó con una breve introducción a la propuesta de Bioleft y sus herrramientas para el mejoramiento colaborativo. ¿Por qué mejoramiento colaborativo? “Tiene un impacto social, porque se da diversidad de miradas, de procesos y de objetivos que se van redefiniendo con los participantes, en un campo mucho más amplio”, dijo Cristian Stehmann, huertero y semillero de EcoChacra. En este caso, se pensó en mejoramiento desde la óptica de la producción pequeña y mediana, desde paradigmas orgánicos, biodinámicos y agroecológicos.
Almendra Cremaschi abrió el juego preguntando qué diferencia a productorxs de mejoradorxs. La respuesta del grupo fue “un proceso de selección”: lxs mejoradorxs seleccionan las variedades que les parecen mejores para multiplicar, tomando en cuenta determinadas variables o características de interés. Una vez en ese punto, se propuso a cada participantx un ejercicio simple: sobre una hoja de papel, listar qué variables observan en sus cultivos de tomate.
Tras unos minutos de trabajo concentrado, se listaron unas treinta variables, que se fueron anotando en el pizarrón. Algunas eran relativos a los frutos: cantidad, sabor, aroma, pulposidad, jugosidad, tamaño, textura, forma, originalidad, tiempo de maduración, duración post cosecha. Otras referían a las plantas: tiempo de productividad, rusticidad, sanidad, producción de semillas, color de las hojas, tolerancia a estrés, vigor, desarrollo, tiempo de germinación, tiempo de transplante, patrón de crecimiento, porcentaje de cuajado y de germinación.
Entre las observaciones finales del ejercicio, se marcó que las variables a tener en cuenta varían mucho en función de los objetivos de la producción y el mejoramiento, así como también en relación al paradigma productivo: la producción orgánica, por ejemplo, presta atención a características que otros tipos de manejo no priorizan. También se dijo que en el día a día de lxs productorxs resulta difícil tomar notas sobre las variables regulares, ya que toma mucho tiempo. Como no se pueden medir todas las características, es necesario enfocarse en objetivos específicos. Se consensuó que las variables centrales pueden ser sanidad, sabor y productividad.
Perspectivas diversas
A partir de esta puesta en común, se avanzó hacia la segunda etapa del ejercicio. Las variables, algunas cualitativas y otra cuantitativas, se volcaron en una herramienta de mapeo con criterios múltiples (multicriteria mapping). Lxs participantxs se agruparon en equipos diversos, donde había tanto mejoradorxs como productorxs, y se dedicaron a ponderar cada una de las variables de acuerdo a su importancia y a la facilidad o factibilidad de la medición, asignándoles un puntaje mínimo y otro máximo. Durante la actividad se puso en evidencia hasta qué punto es difícil encontrar acuerdos, ya que la importancia y la facilidad de medir una variable u otra es muy dependiente del sistema de producción y del tipo y escala del cultivo y la comercialización, así como de los objetivos. “La primera pregunta importante es: ¿qué estoy buscando?”, sintetizó el productor Juan Martín Richter, de La Choza.
A partir de este trabajo, procesaremos los datos y daremos una devolución a lxs participantxs. En un próximo taller, co-diseñaremos un cronograma de trabajo para incorporar las variables que surjan de este proceso. El aprendizaje que nos queda es enorme: co-diseñar las variables para el mejoramiento colaborativo lleva trabajo, pero permite incorporar perspectivas diversas, ampliar la red y optimizar la plataforma, en una red donde productorxs y mejoradorxs compartan sus saberes de forma productiva.