En el día de ayer, nuestra compañera Almendra Cremaschi compartió el proyecto Bioleft en el marco de una serie de charlas organizadas por el proyecto Injerto / Textil vivo, un laboratorio de experimentación textil que se está llevando a cabo en Medialab Prado para producir allí cinco proyectos que están imaginando y prototipando el textil del futuro. Ana Andrés Cristóbal, integrante de Injerto / Textil vivo, remarcó su claro enfoque de soberanía textil, entendida como “la capacidad de la ciudadanía de recoger el poder sobre la creación de sus propios textiles, y recordar y renovar los procesos artesanales que nos unen a los tradicionales para repensar el futuro”.
¿Por qué hablar sobre semillas en el marco de un proyecto textil?
Como comentó Almendra en esta ocasión, “las semillas son algo esencial no solamente para la agricultura sino para la cultura propiamente dicha; están no sólo vinculadas con la alimentación sino también con lazos interculturales y también con industria textil”.
Gran parte de las fibras utilizadas para la industria textil son de origen vegetal, en su mayoría provenientes del algodón. Pero la producción del mismo se caracteriza por una gran concentración y exclusión. En el mundo, el 80% del cultivo de algodón es transgénico, mientras que en India y Argentina la cifra asciende a casi el 100%.
Si bien las semillas de este cultivo, como de tantos otros, han sido intercambiadas y mejoradas por siglos por lxs agricultorxs en función de distintas características como la cantidad de fibra pero también la adaptación al entorno local, en la década del 60 surgió la primera forma de apropiación de las semillas de algodón por parte de las empresas obtentoras: el híbrido. Esta tecnología impide que las semillas sean resembradas, ya que perderían las características que las vuelven ventajosas frente a variedades no híbridas, obligando a la compra de semillas para cada temporada.
En 1998, Monsanto patentó el primer algodón transgénico con un evento Bt, y con ello vinieron aparejadas muchas regulaciones: las patentes prohíben a los agricultorxs resembrar dichas semillas, pero también el desarrollo de nuevas variedades a partir de la mejora de las mismas. En el año 2000, patentó también el primer algodón con un evento RR, que lo vuelve resistente al glifosato; los agricutorxs no sólo se vieron obligados comprar la semilla año a año sino también a aplicar en sus cultivos el herbicida mencionado. En 2006 se patentó el primer algodón tanto con eventos Bt y RR. Entre las décadas de 2010 y 2020, tan sólo cuatro empresas dominaban el mercado de semillas mundial. Hoy el 80% del área sembrada con algodón proviene de semillas transgénicas, en manos de esas pocas empresas. Además, el algodón OGM vale cuatro veces más que el no OGM.
¿En qué puede aportar Bioleft al abordaje de esta problemática?
Las patentes afectan no sólo al algodón, y no solo a especies para textiles, sino también a semillas para alimentación. Quienes producen de manera orgánica, agroecológica o bindinámica, por ejemplo, se encuentran con una falta de semillas en el mercado adaptadas a sus prácticas culturales.
En este contexto resulta de gran importancia fomentar el intercambio local de semillas, como es el caso del Banco de semillas de Madrid, y las iniciativas como el proyecto Bioleft.
Bioleft es un laboratorio comunitario donde pensamos cómo generar soluciones para estos problemas de sustentabilidad. Contamos con tres herramientas principales.
Una metodológica, que se basa en la gobernanza participativa del proyecto y de los experimentos en mejoramiento genético, de los cuales ya hemos hecho evaluaciones de distintos genotipos de maíz y tomate en conjunto con productores orgánicos y biodinámicos, respectivamente, y estamos proyectando también avanzar en girasol.
Otra herramienta legal, que busca abordar el problema de la restricción al acceso a las semillas que implica el patentamiento: se inspira en el movimiento open source (código abierto) para establecer que las semillas con acuerdo “Bioleft” se puedan usar para lo que sea siempre y cuando no se restrinja el acceso ni para plantar, ni para seguir investigando sobre ellas. Es una cláusula viral que se reproduce junto con la semilla, es decir que se traslada a sus progenie y a las mejoras derivadas de ella. Actúa de manera paralela a las regulaciones de semillas.
Por último, una herramienta tecnológica basada en una plataforma web, que permita generar información de manera colectiva acerca de las semillas y generar trazabilidad, para hacer un seguimiento y poder reaccionar en caso de un apropiamiento indebido.
Proyecciones futuras
Bioleft ha avanzado mucho, los primeros resultados ya están a la vista, y van desde el creciente vínculo con organismos del estado que buscan abordar problemáticas de las semillas -como la generación de regulaciones acordes a las necesidades de las agriculturas más sustentables-, hasta el evidente empoderamiento de los actores que forman parte del proyecto a partir de la constante reflexión colectiva.
A partir de la presentación de Bioleft, Medialab Prado y el banco de Semillas de Mataderos comenzaron a pensar en la posibilidad de iniciar una recogida de semillas tintóreas y de materias primas como el lino o el esparto.
Aún queda mucho por delante, las iniciativas que buscamos construir futuros más sustentables enfrentamos múltiples desafíos. Sin embargo, la colaboración con espacios como Medialab no sólo es un gran incentivo, sino una gran muestra de que es necesario fortalecer lazos en pos de un abordaje sistémico e innovador para alcanzar sueños colectivos.