Por Mariano Fressoli, Patrick Van Zwanenberg y Anabel Marin
Una de las ideas clave del movimiento de código abierto es que al proteger el conocimiento con una licencia de copyleft “viral”, o recíproca, podemos garantizar el acceso sin obstáculos a ese conocimiento, y su continua circulación y mejora entre una comunidad que acepta compartir siempre. La licencia de copyleft ha sido fundamental para crear “bienes comunes protegidos” para algunas formas de conocimiento digital, en particular para el código de software, ya que las redes descentralizadas, la falta de jerarquías rígidas y la libertad de información se asocia con su uso y mejora. Pero, ¿qué pasa cuando se intenta transferir ideas de código abierto más allá del mundo digital? El mes pasado, desde la Fundación Cenit organizamos un taller sobre hardware abierto e inmediatamente después un evento sobre la propuesta Bioleft de semillas abiertas. Así se hicieron evidentes algunas de las dificultades involucradas en la transferencia de ideas de código abierto de entornos virtuales a más materiales, y de comunidades de profesionales que se sienten cómodos con la cultura digital en red, a aquellas que a las que esto les resulta más ajeno.
El taller de hardware abierto se llevó a cabo en el Centro Cultural de la Ciencia en Buenos Aires, como parte de una serie de eventos sobre ciencia abierta organizados por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, Cientópolis y nuestra institución, Fundación Cenit. Cerca de 50 científicos y científicas, docentes de ciencias, bibliotecaria/os y hackers participaron en una introducción al hardware abierto para la ciencia. Guiado por Fernando Castro, un ingeniero electrónico de Mendoza y participante del Grupo de Hardware Abierto para la Ciencia, el grupo construyó y probó un pequeño sensor de luz a partir de un kit listo para usar. Fue una forma práctica de conocer algunos de los beneficios del hardware abierto: los costos menores de los instrumentos, la democratización del conocimiento, la flexibilidad de uso y la capacidad de aprovechar una enorme biblioteca de código abierto y diseños. Como explicó Fernando, una de las cosas interesantes sobre el hardware abierto es que ya existe una gran cantidad de conocimiento abierto con el que comenzar a experimentar y construir equipos. Para instrumentos pequeños, de uso general, como microscopios, sensores de monitoreo de aire, robótica pequeña, etc., no es necesario inventar la rueda. Es posible usar los repositorios de datos abiertos disponibles. Esto no es poca cosa si no se cuenta con los recursos para comprar lo que suele ser un equipo científico comercial típicamente caro, o si los instrumentos que se necesitan simplemente no están disponibles en los mercados nacionales. El hardware abierto brinda la oportunidad de superar algunos de esos obstáculos, siempre que se tenga un nivel mínimo de capacidades y recursos. A pesar de que la mayoría de los participantes en el taller eran novatos en hardware abierto, la mayoría poseía ese nivel mínimo de capacidades. Varios participantes pudieron programar software y trabajar con electrónica, y casi todos estaban conscientes de los ideales y las formas de trabajo propias de los sistemas open source. Fue fácil presentar los beneficios del hardware abierto, aunque la mayoría de las personas nunca antes habían visto un microcontrolador de hardware abierto Arduino.
Trabajo de campo, en el campo
Al día siguiente, viajamos a San Pedro de Colalao, una zona semi rural en la provincia de Tucumán, donde presentamos Bioleft. Nos reunimos con representantes de organizaciones nacionales de pequeños agricultores y pueblos indígenas, y la idea era presentar el proyecto y comenzar un intercambio de variedades de semillas de criadores a agricultores, bajo una licencia de código abierto, para un programa de mejoramiento participativo. La licencia, basada en la idea del copyleft, garantiza que el acceso al germoplasma se mantendrá irrestricto con el fin de mejorar la reproducción y el desarrollo de nuevas variedades de semillas. La licencia impide que alguien se apropie exclusivamente del material genético que forma parte de una propiedad comunal protegida contra robos biológicos, por ejemplo con patentes, de manera que restrinja el uso de ese material para su posterior reproducción. Al mismo tiempo, la idea de Bioleft es apoyar una forma de reproducción de semillas entre pares, entre los pequeños agricultores y los mejoradores del sector público, utilizando una plataforma digital. Si Bioleft tiene éxito, eventualmente presentará una alternativa a los tipos de semillas que están disponibles en el sector privado, que se crean para formas de producción comerciales más grandes y que, en su mayor parte, son inadecuadas para los pequeños agricultores.
A medida que avanzaba el taller, algunos de los desafíos de poner en práctica una licencia de código abierto para el cultivo participativo de semillas se hicieron cada vez más evidentes. Los pequeños agricultores estaban a cierta distancia, física y culturalmente, del público geek que asistió al evento en el Centro Cultural de la Ciencia en Buenos Aires el día anterior. La mayoría no estaba familiarizada con las prácticas de código abierto, como la noción de la licencia de copyleft viral, ni tenía mucha experiencia con las redes sociales digitales. Los pequeños agricultores generalmente tienen un teléfono celular y usan Whatsapp, cuando pueden obtener una conexión a Internet, pero rara vez usan el correo electrónico. Las dificultades prácticas de tratar de conseguir que los pequeños agricultores, dispersos en todo el país, trabajen en conjunto con obtentores de semillas de universidades en lugares distantes a través de una plataforma web virtual, en lugar de a través del contacto cara a cara, incluso con la ayuda de los extensionistas locales, son bastante sustanciales.
Y, sin embargo, los ideales y las prácticas de compartir el conocimiento incorporado entre las comunidades de pequeños agricultores y las comunidades de entusiastas del código abierto son muy similares. Compartir semillas como una forma de difundir, mejorar y adaptar herramientas es, en teoría, bastante similar a las razones para compartir código de software o conocimiento científico. Los agricultores comparten sus artefactos bajo acuerdos recíprocos, con la esperanza de acceder a diferentes tipos de semillas y mejorar el stock genético, y tienen sus propias redes, ferias de semillas y una larga tradición de hacerlo. Pero este es un mundo muy diferente. El lenguaje, los requisitos técnicos y las prácticas son totalmente diferentes entre el mundo digital de código abierto y el de compartir semillas tradicionales.
Por ejemplo, si bien el uso de licencias de código abierto similares a copyleft es bien conocido entre los hackers y los científicos, entre los agricultores resulta una idea bastante extraña. Nuestra audiencia era muy consciente de que los “bienes comunes abiertos” tradicionales de las semillas estaban bajo amenaza, y que las empresas podían apropiarse del material de semillas que había sido desarrollado y alimentado por las comunidades de productores agrícolas durante cientos de años. Pero la idea propuesta por primera vez por el movimiento de software libre, de usar los derechos de propiedad intelectual para imponer el intercambio y proteger contra la apropiación exclusiva, no era familiar. Además, para los pequeños agricultores y los líderes indígenas, la idea de firmar un contrato se puede confundir con una operación comercial o tratar con una empresa privada. Cuando tratamos de explicar cómo funciona la licencia abierta de Bioleft, el primer instinto de varias personas en nuestra audiencia fue el temor de ser engañados por una compañía maliciosa. La idea de que las licencias abiertas podrían proteger la apertura y el intercambio también fue muy cuestionada. Si las semillas estuvieran abiertas para ser utilizadas por todos, ¿qué impedía a las empresas apropiarse del conocimiento incorporado en las semillas? ¿Cuál sería el beneficio de compartir conocimientos con personas o instituciones que no comparten los mismos ideales ni sacrificios?
Hay una gran brecha en la práctica y el lenguaje, desde hardware abierto para la ciencia hasta semillas abiertas. Estas diferencias apuntan a la necesidad de centrarse no solo en el desarrollo de herramientas y capacidades técnicas, sino también en la comunicación y la confianza. Llevó algo de tiempo explicar los detalles de Bioleft, e inevitablemente requerirá más encuentros y el desarrollo de nuevas herramientas más didácticas para describir cómo funciona la idea de la licencia de Bioleft, y para modificar y poner en práctica una plataforma web para el mejoramiento participativo. Ese proceso de comunicación deberá ser genuinamente recíproco, de modo que las ideas, prácticas y metáforas de los agricultores sobre el intercambio y la propiedad común se articulen con las que surgieron en las culturas digitales.
Para pasar de la idea de bienes comunes protegidos a bienes comunes de semillas protegidos, se requerirá la resolución de un nuevo conjunto de desafíos, que abarca comunicación, compromiso, infraestructura y estrategia. Esos desafíos son sustanciales, pero también lo es la necesidad de trascender y ampliar el nicho de los nuevos bienes comunes digitales para abarcar las prácticas más tradicionales. Para avanzar en entornos rurales será necesario fomentar más que la propagación viral. Al igual que con la producción y el cultivo de semillas, las transformaciones requieren tiempo y cuidado.