Heterogéneo, intenso y esperanzador. Así fue el taller de Innovación abierta y semillas que se realizó el viernes 5 de abril en el Centro Cultural de la Ciencia, en el marco del ciclo de Ciencia abierta y ciudadana que organizan la Secretaría de Ciencia y Tecnología, Cientópolis y la Fundación CENIT. Unas 50 personas de lo más diversas se reunieron para pensar juntas en posibilidades para el desarrollo. Después de tres horas de trabajo, quedó flotando la sensación de que el trabajo compartido recién empieza: el modelo de semillas abiertas es pura potencialidad.
Había ingenieras e ingenieros agrónomos de diversas áreas del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), incluido el programa ProHuerta; representantes de organismos públicos como la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica, del sector académico y también de compañías de tecnología para el agro, así como productores y productoras con especialización en cultivos orgánicos y biodinámicos. También se sumó el equipo interdisciplinario que está trabajando en el proyecto Al rescate del tomate criollo, alojado en la cátedra de Genética de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires. Desde el área de tecnología de la información participaron representantes de la cooperativa de desarrollo de software Gcoop, responsables del primero prototipo de plataforma de Bioleft.
Dinámica participativa
La reunión empezó con una breve presentación de Anabel Marín, directora de Bioleft: un panorama de la concentración global en el campo de las semillas, y su rol crítico tanto para la seguridad alimentaria como para la biodiversidad y la economía. A continuación, Gustavo Schrauf, titular de la cátedra de Genética de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, contó como caso testigo la problemática del tomate criollo: pérdida de variedades a lo largo de décadas de industria agrícola, y un camino de recuperación a partir de semillas recuperadas que se comparten para multiplicarlas.
Después comenzó la modalidad de taller: las y los participantes se repartieron en mesas y se les asignaron situaciones a resolver. En algunos equipos se trabajó el caso de una empresa nacional que realiza mejoramiento genético vegetal y se enfrenta con diversos planes de incentivos; en otros, se planteó el escenario de investigadorxs de una universidad que llevan adelante un proyecto involucrando productorxs; la tercera posibilidad era encarnar a una institución pública que produce mejoramiento, como INTA o CONICET. En cada grupo se repartían además roles, tales como productor/a, investigador/a, director/a de proyectos, desarrollador/a de tecnología. El juego funcionó como disparador para una discusión muy rica acerca de las implicancias económicas, científicas y sociales de abrir -y no abrir- la circulación de germoplasma mejorado. También ayudó a pensar escenarios concretos de aplicación de Bioleft y a afinar la mirada en relación a próximos avances.
Hacia el final, los equipos pusieron en común sus ideas con aportes muy valiosos. Uno de los participantes, Enrico Cresta, productor y miembro del Movimiento Argentino para la Producción Orgánica, resaltó: “En el mejoramiento participativo el agricultor retoma un papel que había cumplido durante milenios”. Se bocetaron varias propuestas de continuidad, y se abrieron líneas de colaboración en torno a este objetivo: una comunidad de productorxs y mejoradorxs soberana, dueña de sus semillas y sus decisiones. ¡Gracias a todxs por sumarse!